El Calvario empieza junto a la calle San Pascual. Hace bastante empezaba mucho más abajo, según cuentan los mayores, cuando Santá Pola todavía era un pueblo. Ahora está situado en un gran solar inclinado, al que el desarrollo tremendo de la urbanización echa miradas golosas. Limita al mediodía con la calle San Fernando, con unas casas incluidas en el solar, al norte linda con la ermita y la escalera del Parque de la Creu; al oeste con San Pascual Bailón, santo incrustado en la piedad popular de Santa Pola, a levante con San Jorge, calle sobre una fuerte cuesta, con magníficas perspectivas hacia el solar del viejo instituto y la ermita del Calvario.

Desde allá abajo, el Calvario va ascendiendo, de manera clara e inexorable, en zigzag, hacia la calle San Jorge y el plano del barrio al que da nombre, donde está situada la ermita, en el que se encuentran, muerto ya Cristo, las dos últimas estaciones, sobre negro asfalto. La orientación de las estaciones va girando siempre hacia la ermita que está allá arriba, en lo alto. Las catorce estaciones preceptivas están dispuestas hacia arriba, empinadas, como mandan los cánones, con su orden establecido desde hace siglos.

El Calvario, en primavera, conserva algún resto de vegetación autóctona, muy maltratada, pero que pugna con una fuerza prodigiosa por no dejarse extinguir, por sobrevivir, asomando con una alegría amarilla y verde las humildes flores de la sierra de Santa Pola entre las piedras calizas ennegrecidas por el sol.

La mayoría de las estaciones están orientadas hacia levante, hacia el punto cardinal desde donde vinieron las luces, incluida la de la religión, hacia el sol cuando sale por aquel lado del Cabo, hacia donde dicen que miraba la Dama desde hace más de dos mil años, esperando a que viniera no sé qué o no sé quién por el azul Mediterráneo, hasta que la azada de un campesino la despertó de esa espera y fue emigrada, primero a París, después a Madrid, donde aguarda el regreso en una urna de cristal.

El edículo de todas las estaciones, la pequeña arquitectura que alberga cada una de ellas, es idéntico, de una altura de dos metros y una sabia y armoniosa arquitectura de dos cuerpos cubiertos con un remate a cuatro aguas, pintado en blanco que hiere nuestros ojos cuando el sol potente lo golpea. El primer cuerpo, de la misma altura que el segundo, es un volumen neto, contundente, en forma de tronco de pirámide cuadrangular, con poca diferencia entre el plano base y el plano de sección. Justo en el arranque del suelo se resalta el paramento de varios ladrillos en las esquinas, en un color entre marrón y almagre, color que también está presente en la decoración de la ermita del Calvario.

En el segundo cuerpo o cuerpo ático, en una hornacina, sabiamente situada, protegida por una reja de hierro pintada de negro, con una pequeña repisa hacia el exterior, marcada con el color de dos ladrillos, en un mosaico de cuatro piezas, pintado y horneado indeleblemente, está el tema de cada estación.

El tránsito entre los dos cuerpos, se hace con ladrillos redondeados del citado color. Coronando este cuerpo ático, antes del remate apiramidado a cuatro aguas, lo mismo. Es un diseño arquitectónico el de las estaciones, sencillo y sabio, en que el blanco lleno de luz y el marrónalmagre combinan armoniosamente, y en el que la reja metálica pintada de negro añade penitencia a los temas, pues para distinguirlos bien hay que adoptar variadas perspectivas hacia el interior de las hornacinas de la más barroca manera.

Hemos preguntado por el diseñador de los edículos y por el autor de las pinturas de los mosaicos de cerámica, que firma discretamente F.TolosA en el ángulo inferior derecho de la loseta bajo derecha de cada composición, pero todavía no sabemos quiénes son. En los temas representados se observa una economía de imágenes que resalta la soledad propia del conjunto de la Pasión. El patetismo y la humanidad de las escenas son evidentes. El punto de vista conque el artista nos ofrece las imágenes es muy bajo, a ras de suelo, como hace Caravaggio en sus cuadros, para destacar lo que se representa. Todas las estampas están enmarcadas en un cuadrado, formado por cuatro piezas de cerámica también cuadradas.

La firma del artista, en sí misma, en sus rasgos manuscritos, parece representar un Calvario. La T de Tolosa, más alta que el resto de las letras, representaría la cruz de Cristo; mientras que la F. inicial y la A final serían las cruces de los dos ladrones.

VIA CRUCIS DEL CALVARIO DE SANTA POLA

El Vía Crucis, o camino de la Cruz, tiene su origen en la devoción de los primeros cristianos de Jerusalén.

Durante siglos esta devoción tuvo múltiples formas, hasta que San Leonardo de Porto Mauricio, en el siglo XVIII, estructuró el Vía Crucis con catorce estaciones.

Después del Concilio Vaticano II se ha extendido la costumbre de añadir una estación más, la décimo quinta: Jesús resucita de entre los muertos.


Estaciones


Texto: Miguel Ruiz Martínez
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