Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.

Dice Lucas que, camino del Calvario, "Le seguían una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y vuestros hijos".

En la versión del pintor cerámico, Cristo, que aparece por la izquierda, mira atento a tres mujeres y a un niño. Ya ha recompuesto el rostro tras los sufrimientos de la segunda caída. Esta imagen recuerda al Nazareno, a Nuestro Padre Jesús de Nazaret, al Abuelo que mora en la iglesia del convento de san Francisco de Orihuela, cuando lo bajan los huertanos por el Rabaloche. El Cristo de la octava estación del Calvario de Santa Pola se detiene delante de las tres mujeres. Una de ellas, la que lleva a su niño cogido por amorosamente por la cintura, está de espaldas, arrodillada, con el cabello bien compuesto, con una capa preciosa, decorada con motivos vegetales en volutas y con algunos zig-zagues que recuerdan a las telas de los primeros pintores flamencos.

El niño va vestido de amarillo, jubón amarillo, calzas amarillas, enseña un poco los faldones de la blanca camisa, muestra un remolino perfecto en su coronilla infantil. Las otras dos santas mujeres de Jerusalén están a la derecha de la escena. Una, de agradable perfil, dulce, con pañoleta a la cabeza, de delicadas manos que penden impotentes de los colgantes brazos; la otra, de breve talle, girada un cuarto, morena, casi destocada, Ambas miran un poco hacia el suelo, recatadas, ante tanto sufrimiento, recortadas ante una arquitectura adintelada.

El niño, muy cerca del escorzo de la mano derecha de Cristo, mira directamente a Cristo. La madre lo apoya en su acercamiento a Jesús, con un brazo blanco, fuerte, desnudo, un brazo de madre. Cristo hace ya rato que perdió sus breves sandalias, sus pies asoman desnudos bajo la túnica roja, púrpura.

El cielo azul, con brochadas de blanco, ha cambiado. Un desconchado en una de las piezas cerámicas y el cuarteado varicoso de todas ellas nos recuerdan el paso inexorable del tiempo. Un suelo duro, de rocas calcáreas, sirve de apoyo a la escena.

Estaciones: Inicio
www.santapola.com